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sábado, 23 de julio de 2011

La Liga rumana echa a andar en mitad del esperpento



Un amigo rumano me lo advirtió a mitad de semana cuando le pregunté por el inicio de la Liga local. "Empieza este fin de semana, pero no merece la pena perder el tiempo porque no vas a ver nada. Los partidos aquí son como una comedia. Te ríes por no llorar. De todos modos, el tema está difícil porque los tres grandes de Bucarest tienen clausurados sus estadios".
Efectivamente, tal coincidencia parecía sacada de una de esas obras de 'Teatro del absurdo' que hicieran inmortal a Eugène Ionesco. De hecho, no tengo ni la más mínima duda de que si el célebre dramaturgo rumano abandonara por un ratito su tumba en el parisino cementerio de Montparnasse y pudiera vivir en directo un 'espectáculo' como el Rapid-Vaslui que inauguró oficialmente el campeonato nacional de liga en la tierra de Drácula, tendría material suficiente como para desempolvar su ilustre pluma y poner otra vez de moda un género que causó furor en los años cincuenta del siglo pasado.
A buen seguro que el autor de 'La cantante calva' atribuiría a una confabulación judeo-masónica el hecho de que Steaua, Rapid y Dinamo tuvieran que iniciar su andadura liguera jugando a puerta cerrada. El caso es que los actos vandálicos de sus seguidores más radicales no dejaron otro remedio al Comité de Competición que poner el candado a Ghencea, al Giulesti y al Dinamo Stadion con vistas al nuevo ejercicio.
De los tres, el caso más flagrante fue el del Rapid, puesto que una bengala hirió de gravedad a una niña que, más de dos meses después, continúa debatiéndose entre la vida y la muerte. El gravísimo incidente se resolvió con una multa económica al club y cuatro partidos a puerta cerrada, reducidos posteriormente a uno solo por Apelación. Y mientras tanto, los autores de la fechoría esperan a que la sanción expire para volver a las andadas.
Lo curioso del caso es que el 'destierro' impuesto a los 'ferroviarios' consistió en trasladar su partido contra el Vaslui -sí, el mismo equipo al que entrenó López Caro- al Regie Stadion, propiedad del Sportul Studentesc -el equipo universitario en el que se dio a conocer Gica Hagi-, a poco más de dos kilómetros del feudo del Rapid...
La sanción especificaba claramente que el partido debía jugarse sin público alguno en las gradas. La Liga Profesional permitió la elaboración de una lista de personas (máximo 50), entre periodistas y dirigentes de ambos clubes, que tendrían acceso al recinto deportivo para ser testigos de un duelo que se barruntaba calentito por el pique entre los dueños de ambas entidades, George Copos y Adrian Porumboiu, desatado a raíz de la compra de árbitros en las dos últimas campañas. Por si eso fuera poco, Copos echó dos temporadas atrás al técnico Viorel Hizo, circunstancia que aprovechó Porumboiu para llevarse a Hizo al Vaslui toda vez que dio pasaporte de mala manera a López Caro.
La Tribuna principal, a rebosar
Después de mover varios hilos, conseguí que incluyeran mi nombre en la citada lista. Aunque no fui el único. Un numeroso grupo de personas cayeron en la tribuna principal del minúsculo estadio un par de minutos antes de que el árbitro Ovidiu Hategan diera el pistoletazo de salida al encuentro. Miré a mi alrededor y comprobé, sorprendido, que estaba prácticamente abarrotada. Eso sí, en la grada de enfrente, la de sol, no había un alma.
En realidad, los hinchas del Rapid se habían instalado cómodamente en las terrazas de un par de edificios sitos justo a la espalda de la tribuna popular desde donde se veía el fútbol mejor que en el tercer anfiteatro del Bernabéu. Tanto sus cánticos como la cinta a todo trapo con el himno del Rapid se escuchaban con toda nitidez en la cancha, así como los toques de silbato para tratar de confundir al trencilla cada vez que atacaba el Vaslui. El único que no se enteró de dónde venían los pitidos fue el de megafonía, que pidió al público asistente que dejara de hacerlo, lo que provocó un ataque de risa generalizado.
Un gol correctamente anulado al Vaslui, que perdía 1-0 desde el minuto 10, dio rienda suelta al sainete sobre el césped y también en la grada. Las protestas de Hizo al colegiado encontraron rápida respuesta en su antiguo patrón, el propietario del Rapid, que le replicó en tono de guasa, para divertimento del respetable. Porumboiu, su homólogo del Vaslui, entró entonces al trapo y preguntó a Copos si a este árbitro ya lo tenía en nómina. El calentón del mandamás del Vaslui fue tal que al filo del descanso decidió abandonar su asiento junto a Copos, pero éste, un auténtico 'showman', decidió seguirle y sentarse de nuevo a su vera, pese al mosqueo de Porumboiu. Los al menos 300 espectadores presentes no podían reían a carcajada limpia.
A falta de buen fútbol -el choque fue realmente deplorable- que echarse a la boca, lo único rescatable del encuentro fueron los tres tantos anotados por el Rapid, el último de ellos gracias a un resbalón del capitán del Vaslui, que le echó el cuero a los pies a un rival para que éste sirviera en bandeja de plata el tanto a un compañero. Fue, qué duda cabe, el genial broche a una improvisada sesión teatral digna del añorado Ionesco.

DAVID RUIZ. Bucarest 23/07/11 -  MARCA

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